La búsqueda de una identidad poética de lo “mexicano” en constante
movimiento
Recuerdo los
concursos de declamación, las historias que me contaban, las canciones que
escuchaba en casa, y siempre encontraba
algo que me asombrara. Reconozco que en esas épocas todo es nuevo, y todo
sorprende. Cuando escuché por vez primera:
“Si tu mueres primero,
yo te prometo
Escribiré la historia de nuestro amor
Con toda el alma llena de sentimiento
La escribiré con sangre
Con tinta sangre del corazón”
En la canción Nuestro
Juramento
de Julio Jaramillo, imaginaba que una pluma atravesaría el corazón del
narrador, y escribiría con ella una historia trágica sobre la suerte de su
amada. Las grandes tragedias existían porque alguien tenía la capacidad de
escribirlas y así llegar a nosotros.
Esa era la
virtud de la palabra; perpetuar en el instante una historia condenada a
repetirse una y otra vez, cada vez que es leída o escuchada, cada vez que es
capaz de penetrar el alma y la sique de quien de cualquier receptor. El poderío
de las palabras me hacía pensar, que cualquier cosa era capaz de lograrse si se
pronunciaban las adecuadas. Y descubrí de niño, mediante los poemas y relatos,
que las palabras transformaban y transmutaban. Así que me propuse a leer y
escuchar historias, poemas y canciones, hacer un inventario y con ello ellos
crear los propios. Lo que de niño me
asombraba, de joven, de adolescente buscaba crearlo. Se llenaban libretas, servilletas,
papeles, hojas en blanco con una infinidad de poemas, de dibujos, de garabatos.
Los poemas
cumplían con una función catártica, y comunicativa. Estaban hechos para el
dialogo interno, a veces inconsciente, otra veces, los dirigía hacia personas
cercanas, lejanas, que formaban parte de mi cotidianeidad, a lo que aspiraba,
era caer en la experiencia personal. Siempre fugaz.
Sin embargo,
en la poesía, es necesario retomar los conceptos que Harold Bloom utiliza en el
Canon occidental: La universalidad de la obra, y la extrañeza que produce. Una
obra que trasciende la prueba del tiempo, se inserta en el dialogo universal,
en la que las obras se instauran en un diálogo atemporal, se comunica con otras
épocas, con otras culturas, y por ende con otras obras.
Un joven que
busca hablar de su dolor no llegará a intuir que existe el dolor, que por lo
tanto los afectos no le pertenecen. Sino que existe el mundo de lo “Universal”
y en Él lo “literario” se convierte en
un diálogo en constante movimiento.
“Yo no sufro este dolor como César
Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo
siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo.
Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este
mismo dolor. Si no fuese artista también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser
vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano,
también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.” Con estas líneas Vallejo ya nos advierte del “dolor” como una
afectación universal, no importa ni las creencias, ni la condición del artista,
mucho menos los nombres.
El diálogo
literario, el diálogo poético entonces es un diálogo universal en el que se
perpetúa el instante. Octavio Paz, en el arco y la lira afirma que “El poema traza una raya que separa al instante privilegiado de la
corriente temporal: en ese aquí y en ese ahora principia algo” por lo que a la poesía
le corresponde la perpetuación de los instantes.
¿Qué es lo que conocemos
como poesía?, ¿De qué se habla cuando se habla de poesía?. Quién asume lo
poético como forma de vocación, y desde el oficio, entonces necesitará, más que
las respuestas, la búsqueda a un sinfín de interrogantes, que tendrá como
propósito la definición de lo que pueda conocerse como poesía, y en su afán
encontrará también el primer obstáculo: La naturaleza de lo poético no puede
definirse, los elementes que hacen posible lo poético no puede definirse, la
poesía misma no puede definirse, pueden ponerse puntos de referencia, el
lenguaje, el ritmo, los emotivo, lo metafórico, las figuras retóricas, la
función comunicativa, sin embargo, en la construcción de lo poético y su
definición, lo importante son las búsquedas, las aproximaciones y los puertos a
los que se puede llegar, mismos que exigen en el movimiento.
El principio de identidad
Cuando en matemática se
habla de identidad, suele referirse a las fórmulas matemáticas A = A, B=B y A ≠ B. En términos matemáticos, una “cosa” no puede ser igual a
otra “cosa”. Pareciera una abstracción fácil de comprender. El problema surge
cuando comenzamos hacer una serie de descripciones físicas de los objetos para
poder definirlos. Una manzana por ejemplo, tendrá un volumen, un aroma, un
sabor, una consistencia y hasta forma de crujir si es llevada a la boca. La
describimos porque sus primeras
cualidades son capaces de ser captadas por los sentidos, y de la misma manera
las separamos de las demás frutas u objetos que también somos capaces de
concebir desde los sentidos.
¿Qué pasa entonces cuando además de categorizar objetos,
también categorizamos ideas?
Harold Bloom, en Canon
Occidental, sugiere que lo literario forma el canon, como parte de una sociedad
occidental, y esta serie de libros y de escritores han dado una “identidad” que
se ha construido a través de las épocas y de los siglos. Ubica las cumbres de
la literatura occidental, las estudia y les da su importancia. En la cima sitúa
a Whilliam Shakespeare, pero también sitúa en la referencias a Dante Alighieri y a Miguel de Cervantes
Saavedra. Su análisis literario es a través del estudio sincrónico, divide lo
cronológico en tres fases: Edad Teocrática, Aristocrática y Democrática. Y las
obras analizadas, no se insertan en solo en una lengua, están presentes el
italiano, el francés, el español y por supuesto el inglés. Para Bloom, esto constituye parte de la
Identidad literaria occidental.
Pero ¿De qué hablamos, cuando hablamos de identidad, y cómo
esta está inserta en la poesía de una región o
país?
Tratemos primero de definir lo que es Identidad, Gilberto
Giménez (2007) propone que: “La
identidad sólo puede consistir en la apropiación distintiva de ciertos
repertorios culturales que se encuentran en nuestro entorno social, en nuestro
grupo o en nuestra sociedad. Lo cual resulta más claro todavía si se considera
que la primera función de la identidad es marcar fronteras entre un “nosotros”
y los “otros”, y no se ve de qué otra manera podríamos diferenciarnos de los
demás si no es a través de una constelación de rasgos culturales distintivos”. Para el antropólogo, la identidad y la cultura están
estrechamente ligadas.
Por su parte Juan José Rondón en “Notas sobre identidad,
lengua y cultura” (1992): nos dice que “La cultura es un sistema de símbolos
que permiten a cada individuo establecer y reconocer su identidad con todo el
grupo que participa de ella”
En ambos autores, la condición de lo cultura y la identidad
están estrechamente ligadas, son parte de un mismo universo. La identidad está
en aglomerado más amplio que en el que puede revisarse lo cultural. Para
poderlo entender será también necesario analizar sus transformaciones
históricas.
Maya Lorena Perez Ruíz, en La Identidad como objeto de estudio
(1992) propone que “para comprender las transformaciones de la cultura y la
identidad de un grupo, debemos introducirnos necesariamente en el análisis de
su historia, no para efectuar una suma o
una resta de sus elementos culturales, sino para explicar las condiciones y
resultados de esos procesos en los que el grupo ha tenido que ir adecuando sus
marcas de identificación, adaptando o integrando nuevos elementos culturales,
ampliando o disminuyendo los límites de decarmacion del grupo, y transformando
su conciencia social para integrar permanentemente su ser social distintivo que
lo diferencia de los otros, y le permite proyectarse hacia el futuro como
condición necesaria”
Con estos tres puntos de referencia podemos
establecer qué la búsqueda de un canon que establezca una identidad de la
poesía mexicana nos llevaría a replantearnos ¿Cuáles son los referentes
culturales que nos definen como sociedad? ¿Cuáles han cambiado con el paso del
tiempo? Y ¿Cuáles son los que han permanecido a pesar de las transformaciones
históricas?
Geográficamente
podemos situar a México, pero la categorización de las cualidades nos exige
también replantearnos “lo mexicano también fuera de México”. ¿Un poeta nacido
en México, y cuya obra se ha desarrollado fuera del país, sería considerado en
una antología de poesía mexicana?¿O un poeta que nació y creció en otro país,
que ha desarrollado una producción literaria y con elementos de identidad
mexicana, podría ser considerado para la misma antología?
Harold Bloom, toma como punto de referencia el
desarrollo histórico de occidente para establecer el canon, así como también
las lenguas que se desarrollaron en este espacio geográfico y en desarrollo
histórico.
Si
se busca el canon mexicano, deberíamos además, establecer ¿Cuál es el punto de
referencia histórica para definir a México? Si hacemos referencia a la
conquista, lo mexicano tiene como punto de partida el choque y al mismo tiempo,
la unión de dos culturas: La española conquistadora y la indígena colonizada,
sin embargo, revisando también el desarrollo histórico, hubo pueblos en los que
el español no pudo colonizar como es el caso de mixes en Oaxaca, o los wirrárikas
situados en la sierra Madre Occidental. O que a pesar de la conquista, una gran
cantidad de pueblos indígenas lograron conservar y preservar sus usos y
costumbres. Y dentro de la conformación de lo “mexicano” también debemos de
considerar la existencia de los diferentes grupos étnicos y sociales que
configuran lo mexicano.
Naturaleza de las antologías mexicanas
Cuando
se habla de poesía mexicana, ¿Desde qué perspectiva se habla de lo mexicano? Y
más aún, si esta es una constante construcción inacabada y difícil de así.
Tratar de definirla es casi imposible, la implementación de criterios de
selección para una antología resulta una tarea imposible si consideramos que la
literatura también es parte de un proceso histórico, que además se compone de
diferentes realidades.
Cada
lengua es una realidad, Harold Bloom propone en el Canon Occidental una
identidad literaria revisada desde lo histórico, y separa los escritores
contemporáneos imprescindibles en tres grupos que corresponden a tres periodos
históricos de la historia Universal. La edad Aristocrática, en donde pone al
centro a William Shakespeare, junto con Cervantes. La Edad Democrática en la
que pone a Emily Dickenson, a Wordsworth
o Whitman entre otros, y la Edad Caótica en la que figura Freud, Neruda,
Borges, Pessoa , Wolf.
En la
revisión de autores propuestos en este libro, Harold Bloom, nos acerca a la
conformación de un canon entendido como una serie de lecturas que de alguna
manera nos dan identidad como cultura occidental.
¿Pero
qué pasa en México, ya como una región muy delimitada en tiempo y espacio?
México declara su independencia en 1810, con
el levantamiento en armas el 16 de septiembre a cargo de Miguel Hidalgo y
Costilla. Su lucha se prolonga hasta el 21 de septiembre de 1821 con la entrada
del Ejercito Trigarante a la Ciudad de México. Es a partir de entonces que se
concibe el país, y que comenzará en los siglos posteriores en la configuración
de una identidad nacional.
En
México existe el debate sobre cual deberían ser las raíces propias que nos
configuran como pueblo. Para algunos es
necesario partir de la época Precolombina,
y de allí escritores como Nezahualcóyotl, o el libro del Popol Vu son
parte de la poesía mexicana, y
autores Sor Juana Inés de la Cruz forma
parte de la literatura Novo hispánica,
deberían considerarse. Sin embargo se cuestiona el origen de lo “mexicano” y se propone su
configuración a partir de la mezcla de las culturas indígenas originarias y la
española conquistadora. Por lo que escritores Precolombinos y Novo hispánicos
quedan como referentes de las raíces, pero lo “mexicano”, ya como una identidad
consolidada, está en lo mestizo.
Y si
revisamos lo histórico, tendríamos que tomar en cuenta que el México moderno,
ha pasado por las luchas de Independencia, Guerras de Reforma, las guerras de
intervención, la República Restaurada, el Porfiriato, La Revolución Mexicana,
El México Institucional, y la época contemporánea. Y en cada etapa de su
historia la configuración de lo mexicano ha estado de la mano de la necesidad
de definir lo mexicano con ideologías y
características diferentes, por lo que la definición de lo “mexicano “resulta
imposible de definir.
Cada
antología de poesía mexicana tratan de definir esta identidad, y paralelamente
aparece una discusión entono a los escritores que presenta. Antología de la
Poesía Mexicana Moderna de Jorge Cuesta
y publicada en 1928, estuvo cuestionada por Manuel Maples Arce quien en 1940
publica su visión de la poesía moderna, retomando el mismo nombre de la
antología de cuesta.
Octavio
Paz en Poesía en Movimiento, propone una revisión histórica de la poesía, en la que ubica a los poetas jóvenes como un
origen y al pasado histórico como un destino. Esta Antología también estuvo
envuelta en el cuestionamiento. Gabriel Zaid propone como respuesta a la
antología de Paz, Ómnibus de la poesía mexicana y Asamblea de poetas Jóvenes.
Juan Domingo Argüelles también propone una nueva revisión de la poesía mexicana
partiendo desde lo histórico en dos libros: Antología general de la poesía
mexicana. De la época prehispánica a nuestros días y Antología general de la
poesía mexicana. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días.
Los
esfuerzos por definir están allí, sin embargo la poesía mexicana es imposible
de asir, los referentes históricos están en constante movimiento, la obra de
autores que en su momento fueron ignorados, o poco valorados vuelven a salir a
la luz y son nuevamente revaloradas, encontrando escritores que no figuraban en
la escena nacional, o que eran relegados. Los nombres de Ramón Martínez
Ocaranza, Juan Martínez, Max Rojas, Carlos
Gutiérrez Cruz o Enrique González Rojo vuelven a ser retomado por los
escritores jóvenes, y los referentes históricos se desplazan para dar lugar a
una nueva revaloración de poéticas y también forman parte de una concepción
poética.
Lo
“mexicano” es imposible de definir, su construcción histórica también está en
formación, los más de 200 que llevamos como país independiente no nos bastan
para definirnos, la poesía escrita en estos años, y en las épocas anteriores,
nos habla también que hay mucho por descubrir desde los referentes
históricos. Las antologías solo son un
acercamiento a esa identidad viva y dinámica. Para mostrar este panorama que
conforma una identidad dinámica dentro de la poesía mexicana.