Identidades
dinámicas de la poesía mexicana, Abigael Bohorquez y Raúl Bañuelos.
Cuando
se habla de poesía mexicana, ¿Desde qué perspectiva se habla de lo mexicano? Y
más aún, si esta es una constante construcción inacabada y difícil de así.
Tratar de definirla es casi imposible, la implementación de criterios de
selección para una antología resulta una tarea imposible si consideramos que la
literatura también es parte de un proceso histórico, que además se compone de
diferentes realidades.
Cada
lengua propone una realidad, Harold Bloom propone en el Canon Occidental una
identidad literaria revisada desde lo histórico, y separa los escritores
contemporáneos imprescindibles en tres grupos que corresponden a tres periodos
históricos de la historia Universal. La edad Aristocrática, en donde pone al
centro a William Shakespeare, junto con Cervantes y Moliere. La Edad
Democrática en la que pone a Emily Dickenson, a Wordsworth o Whitman entre otros, y la Edad Caótica en
la que figura Freud, Neruda, Borges, Pessoa , Wolf.
En
la revisión de autores propuestos en este libro, Harold Bloom, nos acerca a la
conformación de un canon entendido como una serie de lectura que de alguna
manera nos dan identidad como cultura occidental.
¿Pero
qué pasa en México, ya como una región muy delimitada en tiempo y espacio?
En
el caso del Canon occidental, si antepone una época clásica que antecede a la
moderna, y el escritor mayor recae en la figura de Homero. En México existe el debate sobre cual
deberían ser las raíces propias que nos configuran como pueblo. Para algunos es necesario partir de la época
Precolombina, y de allí escritores como
Nezahualcóyotl, o el libro del Popol Vu son parte de la poesía mexicana, y autores
Sor Juana Inés de la Cruz forma parte de la literatura Novo
hispánica, deberían considerarse. Sin
embargo se cuestiona el origen de lo
“mexicano” y se propone su configuración a partir de la mezcla de las culturas
indígenas originaria y la española conquistadora. Por lo que escritores Precolombinos
y Novo hispánicos quedan como referentes de las raíces, pero lo “mexicano”, ya
como una identidad consolidada, está en lo mestizo.
Y
si revisamos lo histórico, tendríamos que tomar en cuenta que el México
moderno, ha pasado por las luchas de Independencia, las guerras de
intervención, la República Restaurada, el Porfiriato, La Revolución Mexicana,
El México Institucional, y la época contemporánea. Y en cada etapa de su
historia la configuración de lo mexicano ha estado de la mano de la necesidad
de definir lo mexicano con ideologías y
características diferentes, por lo que la definición de lo “mexicano “resulta
imposible de definir.
Cada
antología de poesía mexicana tratan de definir esta identidad, y paralelamente
aparece una discusión entono a los escritores que presenta. Antología de la
Poesía Mexicana Moderna de Jorge Cuesta
y publicada en 1928, estuvo cuestionada por Manuel Maples Arce quien en 1940
publica su visión de la poesía moderna, retomando el mismo nombre de la
antología de cuesta.
Octavio
Paz en Poesía en Movimiento, propone una revisión histórica de la poesía, en la que ubica a los poetas jóvenes como un
origen y al pasado histórico como un destino. Esta Antología también estuvo
envuelta en el cuestionamiento. Gabriel Zaid propone como respuesta a la
antología de Paz, Ómnibus de la poesía mexicana y Asamblea de poetas Jóvenes.
Juan Domingo Argüelles también propone una nueva revisión de la poesía mexicana
partiendo desde lo histórico en dos libros: Antología general de la poesía
mexicana. De la época prehispánica a nuestros días y Antología general de la
poesía mexicana. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días.
Los
esfuerzos por definir están allí, sin embargo la poesía mexicana es imposible
de asir, los referentes históricos están en constante movimiento, la obra de
autores que en su momento fueron ignorados, o poco valorados vuelven a salir a
la luz y son nuevamente revaloradas, encontrando escritores que no figuraban en
la escena nacional, o que eran relegados. Los nombres de Ramón Martínez
Ocaranza, Juan Martínez, Carlos
Gutiérrez Cruz o Enrique Gonzalez Rojo vuelven a ser retomado por los
escritores jóvenes, y los referentes históricos se desplazan para dar lugar a
una nueva revaloración de poéticas y también forman parte de una concepción
poética.
Lo
“mexicano” es imposible de definir, su construcción histórica también está en
formación, los pocos más de 200 que llevamos como país independiente no nos
bastan para definirnos, la poesía escrita en estos años, y en las épocas
anteriores, nos habla también que hay mucho por descubrir desde los referentes
históricos. Las antologías solo son un
acercamiento a esa identidad viva y dinámica. Para mostrar este panorama que
conforma una identidad dinámica dentro de la poesía mexicana revisemos dos
casos:
1.
Abigael
Bohorquez la configuración de lo Árido.
En
región norte de México, su clima es árido. En Sonora el clima es semi-seco, llueve solo dos meses
por año, y ha llegado a presentar severas sequías. El desierto es paisaje que se adentra y nos
llama a recorrer nuestros páramos y sombras.
Nuestra
primera puerta en la situamos en la figura de Abigael Bohorquez. Nuestra decisión de comenzar con él nuestra
partida es porque sobre él recaerá, uno de los preceptos mencionados en la
introducción del artículo, el movimiento de los referentes históricos en la búsqueda de una identidad poética, Además es brindarle un pequeño homenaje, ya
que su producción poética fue poco valorada en su momento.
En
la búsqueda de una identidad poética que parta desde los cambios que han
presentado a través de lo histórico, son recurrentes los nombres de José Emilio
Pacheco, de Homero Aridjis, de Hugo Gutierrez Vega, de Juan Bañuelos, e incluso
de José Carlos Becerra… y ninguno de los estudiosos de la literatura ponen en
tela de juicios se aporte y su valor a la poesía, gozaron del reconocimiento
que sustentaba su obra. Todos ellos formaban de una misma generación,
compartieron del mismo contexto históricos aunque las búsquedas diferentes
fueron, más o menos las mismas. Abigael Bohorquez no. Hoy sabemos que parte de
su vida la contra corriente fue constante, y en la exclusión sistemática e
institucional encontró su modus vivendi.
El
clima semi-seco y la escasez de agua provoca que la gente del norte economice
lo más que pueda sus recursos, además el ambiente desértico esta condición
provoca una unión entre sus habitantes, saben que para salir adelante debe
apostarse a la empatía y a la comunicación franca. Es decir, la presentación de
la palabra sin tapujos de por medio:
Pero
he aquí
que
Abigael Bohórquez
tiene que
vivir.
A como dé
lugar, se dice.
Resuelve.
Vuelve a sentar palabra.
Y
premoniza.
Andando.
Hoy es
día de muertos.
Y por
eso.
Con
estas líneas comienza la recopilación hecha por Claudia Barreda en el libro
Poesía en Prenda, editada por Mantis editores - Écrits des Forges en 2010. Bohorquez hace de sí un centro
poético, no para mostrar ni para vanagloriarse. Sino porque tiene que
configurarse ante él, la indiferencia social y la exclusión.
Su
desierto interno, en toda su obra poética, no lo abandonará. Por lo que su
poesía se tornará confesional e íntima. Con ella recorre un mundo en el que
sabe; que no le pertenece.
En
sus poemas convive la derrota congénita. El tiempo desaparece y lo que el poeta
enuncia no tiene tiempo. La noche evoca sus fantasmas internos y lo obliga a
dormir y despertar con ellos:
Suben las
escaleras de la noche
con
guantes de amargura
mis
voces,
porque no
pueden irse ni quedarse.
Por
acostarse con la soledad
mis
huesos,
nadie los
quiere.
La
soledad y la melancolía, es la constante y la configuración de su ser, la noche
se tiende y sabe que sobre la ciudad, solo es un forastero. No pertenece, a
ningún sitio. Debe explicarse para sí, quién es. La conformación de su yo
poético, desde lo interno y para lo interno, le hacen crear un espacio lejos de
la exclusión y señalamiento. Él sabe que es, y que la ciudad que le recorre no
le pertenece, esa la constante en su diálogo íntimo: La definición en los
espacios a los que no pertenece.
Su
condición marginal, y marginado, le provocaron no figurar en los compendios de
poesía de su época, paso casi en calidad de invisible. Murió entre el 25 y 26
de noviembre de un paro al corazón, si su vida estuvo llena de exclusión y
soledades, enfrentó su muerte en solitario, su cuerpo fue descubierto días
después.
Hoy,
a décadas de su muerte, su obra aparece en el panorama de la poesía
contemporánea, los más jóvenes descubren en su poesía una torrencial luz, y una
poesía llena de vida tras esa máscara decadente. A su muerte, cambia el
registro de la identidad poética y comienza la transformación, a un nuevo
referente histórico.
Raúl Bañuelos la configuración de
la niñez y del barrio.
En
la búsqueda de un registro nacional, los compiladores pocas veces toman en
cuenta que cualquier esfuerzo por mostrar un panorama, dejará de lado recovecos
que solo podrían mostrarse con una mirada microscopia, y en ellos se revelará,
sin esos prejuicios regionales o localistas, una poesía con una profundidad y
una trasparencia universal.
En
un caso similar al de Abigael Bohojorquez se encuentra en la poética de Raúl
Bañuelos, aunque su poesía goza de un reconocimiento muy cálido en el Estado de
Jalisco, en el panorama nacional es una voz que se está re-descubriendo por los
poetas jóvenes.
¿De
dónde nace la voz poética? La comunidad es el espacio donde se confiere rasgos
y características del hombre. En ella se crean códigos, y formas de
pensamientos válidos en los que se ha de dirigir lo comunal. La voz poética
entonces también es una posibilidad y una comunión entre todos.
La
poesía de Raúl Bañuelos le corresponde ser el poeta de Poeta de la comunidad,
aquél que es capaz de recoger la voz de todos, de sus necesidades, de sus
preocupaciones y de sus participaciones y comuniones para ofrecerlas al propio
pueblo:
Todos los pobres son comunistas naturales.
Pero no los pueden exterminar a todos.
Los poderosos tendrían que trabajar
la tierra, velar sus fábricas, dar
clases de filosofía y ética a sus hijos,
ponerse a forjar su cuerpo de danzarines,
hacerse músicos y poetas para beber
el tinto de la tarde sin conciencia de culpa,
aprender a mirar la lluvia
sin impaciencia.
Pero no los pueden exterminar a todos.
Los poderosos tendrían que trabajar
la tierra, velar sus fábricas, dar
clases de filosofía y ética a sus hijos,
ponerse a forjar su cuerpo de danzarines,
hacerse músicos y poetas para beber
el tinto de la tarde sin conciencia de culpa,
aprender a mirar la lluvia
sin impaciencia.
Esta
característica de permitirá entrar al poema desde su naturaleza mística. Poesía
es comunión, lo que le pertenece a uno, le pertenece a todo. La poesía es la
palabra abrasadora cálida, a veces quema, pero otras veces (la más reconforta).
La
búsqueda de una poesía para los demás, y la comunión mística, nos regresan al
origen. En este punto, es posible la reconstrucción de la memoria histórica, no
desde la narración cronológica de los hechos, no desde la eternización de las
fechas, sino desde la eternización de lo sensitivo, desde una lógica y un
razonamiento emotivo y poético.
La
voz poética de Raúl, se nutre de las demás voces. Escucha de los demás poetas y
encuentra en ellos la propia.
Con
esa voz, reconstruye el tiempo, desdobla el barrio, y lo trae al presente. El
origen del barrio es mítico, de él nace las historia y la colectividad tiene
sentido y alma, y todos existen porque son
nombrados, y son nombrados porque el alma brota como un ojo del agua
para que todos nos bañemos en la nostalgia:
Tú
eras un niño en dos piernas
para andar toda la distancia
para andar toda la distancia
de la casa de tu vida
a la tienda de la esquina,
por un chicle, dos refrescos, tres estampas
para el álbum de las cosas que viven
y mueren.
a la tienda de la esquina,
por un chicle, dos refrescos, tres estampas
para el álbum de las cosas que viven
y mueren.
La
nostalgia nos lleva irremediablemente a la niñez, en el caso de Raúl Bañuelos,
su voz no es una remembranza a la infancia, es su niñez hecha voz. El
descubrimiento y el asombro son elementos esenciales para explicarse el mundo.
Raúl se desdobla, y sabe que su niño tiene una edad interminable, es decir, los
años no acaban o no merman su capacidad de razonar desde una lógica elemental y
mística.
Al niño que fui
tengo que decirle tanto.
Que no se suelte de mi mano,
por ejemplo, porque me pierdo
o lo atropellan.
tengo que decirle tanto.
Que no se suelte de mi mano,
por ejemplo, porque me pierdo
o lo atropellan.
Que lo quiero todavía
La
poesía de Bañuelos se vuelve generosa, está para todos y en cualquier momento.
En su esencia vital, esta es característica de su persona. Su casa está abierta
para todos. Durante décadas ha llevados talleres de manera gratuita, ha sido un
buen maestro para muchos y para todos aquellos que buscan un acercamiento
personal a la poesía, como él mismo lo ha dejado escrito “A la poesía todo/ se
lo debo./ Y no tengo poesía/ con qué pagarle”
Selección de poemas
Abigael
Bohorquez (Sonora, 1936 – 1995)
Uno
de los poetas más interesantes de México. Estudió arte dramático en el INBA y en el Instituto Cinematográfico
de Radio y Televisión de la ANDA. Fue secretario del Departamento de Extensión
Universitaria de la Universidad de Sonora; catedrático de la Academia de Arte
dramático; secretario del Departamento de Difusión Cultural del INBA; Colaboró en El Nacional y El
Sonorense (columnista de “De domingo a domingo te tengo que ver”). Entre
sus poemarios se encuentran: Acta de confirmación (1966), Memorias de Milpa
Alta (1976), Desierto Mayor (1980), Las amarras terrestres, antología poética
(1957-1995) Abigaeles, poeníñimos, (1991) entre otros.
Noche Noche
Aguardo
a que la noche
se
tienda sobre este forastero que soy;
que
el viento exista porfiadamente;
que
el ruido se desclave
de
los innumerables remiendos;
que
la sal vuelva al agua en sudor
de
los amantes adrede
y
mi madre se duerma harta de trabajar
veinticuatro
horas en el corazón de la pobreza;
espero
a que la noche
pague
su alto precio de soledad,
que
la pródiga crianza salga al sueño
y
los perros estén ahora más acá de sí mismos
y
no haya a quién volver la mirada;
doy
tiempo a que no venga nadie
y
a que nosotros, los perversantemente sufridos,
poetas
del mal amor,
no
nos importe mucho estar cercados,
desahuciados,
a medio vivir,
y
a que sigamos siendo los pospuestos,
los
baldados,
los
quietecitos, los enclenques herederos;
a
que haya en mi corazón un día largo de
[impugnaciones;
y
a que tenga que reconocer que aquí sí pasa algo
que
no es la felicidad.
Espío
a que no vengas
y
a que las calles no desembarquen ya
sus
habituales pertinencias;
a
que debes estar triste por no encontrar
dónde
enterrarme;
y
a que estoy pobre, pobre como los asnos
que
todos los días a las once de la mañana
rebuznan,
como nada que pueda alegrarme;
y
a que este jueves de mi novecientos setenta
cumplo
los treinta y tres años que no he terminado
de
nacer;
espero
a que se parta en dos la medianoche,
a
que el gorrión suspenda su menudo cadáver,
el
gallo se alce de hombros,
el
polvo vuelvo al polvo su inefable materia,
y
a que sea verdad que no tenga cómo disimular
tanta
desesperanza.
Aguardo
a que la noche
su
tienda sobre este forastero que soy,
para
decirte
que
me acabo, aun cuando sea en vano,
y
envejezco
de
no poder hacer más que la vida,
amarga
a boca llena.
Me
acabo de existir a mediambre,
a
mediagua,
a
mediapenas.
Me
acabo acorralado,
descontentísimo,
enojado
de mi palabra,
de
mis ojos daltónicos,
de
mi fracaso categórico como hombre para sembrar,
de
que sólo me queda
otra
lista de cárceles qué visitar,
de
que, escribiéndote,
no
atino más que el llanto.
Ah,
Poesía,
si
no fuera el racionado de soñar,
el
varias veces arrendado,
el
violentado de no saber
de
cuál lado acostarse para que no amanezca,
el
despojado de quién irá a cerrar sus ojos
a
la hora de la hora,
el
que no tiene puños para obligar al mundo a que lo
salve,
el
tonto hasta en la manera de estar de sobra
y
sin remedio,
aquel
niño precoz,
aquel
adolescente escarnecido,
aquel
joven de la difícil facilidad,
aquel
mano tendida para ganar ingratitudes,
el
en algún tiempo tenaz,
el
perdónalo todo y casi todo,
el
sirve para todo y para nada,
el
desencantado de los espejos,
el
gravemente melancólico,
el
afanoso dos veces incurable de creer
que
la ternura servía para algo,
el
alquilado de su lealtad,
el
creyente de Judas,
el
arrebatado hasta de su camisa para el que tiene frío,
el
ruidoso de silencios,
el
que solía volverle el niño desde el pecho,
el
reclavado a los recuerdos,
el
que gritaba que cambiara el mundo y lo apaleaban,
el
que, desde la infancia, retenía al dolor
como
al más fiel inquilino de su casa,
el
que sobre su vida temblaban
las
oscuras constancias del amor,
el
que no sabía cómo alguna vez
pudo
ocurrirnos la pureza,
el
de la esperanza que comía panes desesperados,
el
de la inocencia de no haber sido un inocente,
el
que debió haberse sentado cien veces
a
la mesa de la última cena,
el
que mandar estar, permanecer
en
este orden de esplendorosos y rapaces excrementos,
el
del rabioso seguir viviendo
pese
a que ya no hay tiempo,
el
de la saliva que no se gasta para los amorosos viajeros,
el
del hombre triste muy cerca de los ojos,
el
buscador de las abejas para creer en los que venden
miel,
el
de las sandalias fastidiadas de tanto andar
harturas
de injusticia,
el
que ahora se acaba también de punta a punta
de
la tristeza.
Aguardo
a que la noche se tienda
sobre
este forastero que soy
y
me quedo tranquilo dentro del vaso.
Es
ahí donde vivo,
donde
olvido,
y
no hay en cien leguas a la redonda
un
poeta,
escribiéndole
al vino,
como
yo.
*
Nocturno
Cuando
de noche, en casa,
los
ruidos amortiguan sus azogues
y
un silencio iracundo
hace
sonar silencios condolidos;
cuando
enmudece el tráfago y las cosas
reconquistan
su sitio acostumbrado;
cuando
desde las calles minoran los estrépitos
y
uno mismo es la casa y la memoria
de
algo que testifica y nos contiene;
cuando
todo se calla
y
quedo capitulante,
solo,
a mitad de la sala,
es
cuando siento que vive en todas partes
la
señora mi madre;
la
oigo cantar sus cosas jovencísimas
de
cuando era muchacha,
recomponer
el orden perturbado,
perseverar
en el afán su escoba,
reamasar
en la harina su infancia desteñida,
tostar,
moler y hervir el café cotidiano,
reprocharle
a mi vida los flagelos del vino,
despedrar
las lentejas,
estofar
las cebollas,
y
aliñar el chorizo con los clavos;
después
en el corral juntar los huevos,
nombrar
con dulce voz a las gallinas,
volver
de allá con nabos y con flores,
con
ejotes y coles hortelanas.
Luego
sale un momento por la leche,
habla
a las codornices con su lengua silvestre,
viene
a comer su pan con mantequilla,
sorbe
el café, se sienta,
vuelve
a ponerse en pie, da trigo a sus palomas,
compone
las verduras del puchero,
saca
la ropa sucia, la remoja,
descorre
las cortinas, tiende las camas, cose,
y
clava, pule, plancha, se reprende,
riega
sus plantas, desyerba la hortaliza,
cava,
siembra, desgrana unas mazorcas,
revisa
el gasto diario, no descansa,
viene
y va en el amor mi madre ausente,
y
en la callada noche
y
en la casa callada,
algo
de su ajetreo y de su gracia
me
hace creer que sigue aquí conmigo,
y
cuando ella regrese,
o
cuando ella se marche definitivamente,
sé
que cuando más triste,
desvalido
y agraz la necesite,
la
escucharé de nuevo
en
la callada noche
y
en la noche callada
recomenzar
su trajinar celeste.
Raúl Bañuelos
(Guadalajara
1954) Una de las voces más representativas e interesantes de Jalisco. Estudió
Letras por la U. de. G. Ha sido profesor e investigador, ha coordinado talleres
literarios desde 1985. Es autor de los libros Tan por la vida, Por el chingo de
184 cosas que vivimos juntos, Cantar del forastero, Poema para un niño de edad
innumerable, Casa de sí, Junturas, Puerta de la mañana, Verónica de María,
Cantos del descampado. Bebo mi limpia sed.
Cuando tenga
tiempo
cuando
tenga tiempo
voy
a mirar en el telescopio
las
estrellas para ver
el
polvo de donde dicen que estoy hecho.
Cuando
tenga tiempo de tener tiempo
voy
a seguir la ruta de las hormigas
que
me quedó pendiente desde niño.
Pero
ahora no tengo tiempo ni tantito
ocupado
como estoy en descifrar el rayo de luz
que
da sobre la ventana.
*
Guadalajara
El
tajo es el río más hermoso que existe
porque no lo conozco
—y lo más hermoso es lo que está por conocerse siempre.
Y lo que conozco del Tajo me lo ha dicho
quien dice desde un nombre no inventado sino
surgido del propio río de su tinta
porque no lo conozco
—y lo más hermoso es lo que está por conocerse siempre.
Y lo que conozco del Tajo me lo ha dicho
quien dice desde un nombre no inventado sino
surgido del propio río de su tinta
Y
aunque no existiera el Tajo es el río más
hermoso que corre por este poema
como si corriera por el pueblo de
Alberto Caeiro que corría por las venas
de Pessoa (aquel poeta que tenía cuatro
poetas cuando menos en sí solo, dice Gelman)
y que ahora se detiene un instante en la lluvia
de esta tarde
hermoso que corre por este poema
como si corriera por el pueblo de
Alberto Caeiro que corría por las venas
de Pessoa (aquel poeta que tenía cuatro
poetas cuando menos en sí solo, dice Gelman)
y que ahora se detiene un instante en la lluvia
de esta tarde
Y
es como si el río San Juan de Dios que corría
por otra ciudad fuera el Tajo que ha muerto
por mano del hombre necio hace cien años o más
por otra ciudad fuera el Tajo que ha muerto
por mano del hombre necio hace cien años o más
«Por
el Tajo se va hacia el mundo»
Y por el río de mi calle que sigo viendo
se ha ido fuera del mundo pasando por España
y Portugal y todas las otras piedras del Río
Y por el río de mi calle que sigo viendo
se ha ido fuera del mundo pasando por España
y Portugal y todas las otras piedras del Río
*
Uno es solo
uno
es solo.
Toma
café con agua de tierra.
Tiene
la boca de papel cartón.
Tiene
a veces compañía.
Uno
es solo.
Toma
una guitarra entre los dientes
y
no canta. No tiene sal
para
ciertas amarguras. Es a veces
compañía.
Allá
cada y cuando muerde dulcemente
una
naranja buena. Y no tiene su soledad.
Uno
es solo: de por sí solo.
Duerme
de sus propios sueños o trabaja.
Y
despierta al mundo a vivir una gota del temporal.
Es
así. Pasa un trago, dos—tres tragos amargos. Da
lo
que es, o se queda solo.
Uno
amanece. Y al abrir los ojos
asoma
a la ventana: el mundo es dos gatos, un poste
unas
voces en la lejanía. Recuerda su sueño.
Se
baña del agua que le toca.
Se
viste de su piel, sus gestos, sus palabras.
Dice:
¿Qué tiene que ver la guerra con todo esto:
mis
calcetines, el sabor agrio de la boca,
el
jugo de las naranjas.
Amanece
uno. Tiene cierta paz, ganas de andar
la
tierra, cosas que deshacer. Y abre la puerta. Sale.
Bibliografía
Enciclopedia de la
literatura en México, Abigahel Bohorquez, consultado el día 23 de septiempre: http://www.elem.mx/autor/datos/1952
Breve antología de
Abigael Bohorquez, en Círculo de poesía, consultado el 24 de septiembre, http://circulodepoesia.com/2010/10/breve-antologia-de-abigael-bohorquez/.
Bohorquez Abigahel, Poesía en Prenda, Écrits des Forges, Mantis editores, Instituto
Sonorense de Cultura y Universidad Autónoma de Sinaloa. Quebec, Canadá, Toronto
(2010).
Bañuelos Raúl, Dante Medina, Jorge Souza, Poesía Viva de Jalisco,
Secretaría de Cultura de Jalisco, Guadalajara 2004.
Bañuelos Raúl, Puertas del Cielo, Ed. Secretaría de Cultura del Estado
de Jalisco, Guadalajara (2010).
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