martes, diciembre 13, 2005

El circo
A Edwin Araujo Seda

Rabanito era el payaso más inútil del circo Leoncio, había pasado de domador de leones a lanzacuchillos, y de allí reducido a payaso. Eran las nueve, la carpa estaba repleta, en lo más alto el gran volador hacía tres piruetas en todo lo alto, un metro abajo Petini alzaba los brazos para tomar las muñecas del gran volador, al caer el gran volador, la inercia del acto hizo que ambos cayeran, con el peso, la fuerza, la velocidad y con que caían perforaron la red. La sangre que brotó chaspeó en los asistentes, quienes se carcajeaban. Rabanito tampoco dejaba de reírse “pinches pendejos petulantes”, ofreció a la gente pañuelos desechables para limpiarse, salió a escena el maestro de ceremonias, Un león bizco llamado Leoncio, que anunciaba el siguiente acto mientras Rabanito limpiaba la pista: Señoras y señores prepárense para mirar el siguiente acto: El domador de perros salvajes French Puddle a cueros. Se apagaron las luces para dar inicio al acto, Rabanito dejó al público con los perros que atacaban los testículos de su domador, para dirigirse atrás del circo con Leoncio.

--¿Qué paso Rabanito?
--No sé tu cabrón que compras tus artistas y tus redes en el mercado negro, eso te pasa por pirata.

Entraron dos cocineros con la carne del Gran Volador y Petini cocinada en salsa verde. El león tomó un brazo y se lo llevó a al boca. Está suculento. Los Cocineros se retiraron.

--Debes tener más cuidado Rabanito cuando pongas tus redes. Sino tendré que despedirte por enésima vez.

--Ahora resulta que la culpa la tengo yo. Tomó una pierna y se la llevó a la boca. No mames si está riquísima.

--No me cambies la conversación, claro que tu la tienes porque no sabes hacer tu trabajo, estiraste la red demasiado y por eso se rompió.

--Tu red era chafa.
--Chafa tu pinche vieja, pendejo.
--Te dejo panzón y viejo.
--Chinga tu madre.
--¿Chiva tu madre? Pues llévala al cerro.
--La tuya en el aire.
--Me la cojo en el aire.
--No mames cabrón.
--Yo no mamo
Tomo en vaso
Y de un vergazo
Te embarazo.

Leoncio le aventó los sesos del volador en la cara, Estas despedido. Le propinó una putiza a Leoncio hasta dejarlo inconciente y se fue a su casa




En la recámara de Rabanito, Clarisa, su vaca, le ponía los cuernos con el profesor-poeta Robles. Impartía la clase de Literatura Hispanoamericana, en la academia “Letras Patito”, y se sentía rechazado por las editoriales que había en la ciudad, se veía así mismo un genio incomprendido, le gustaba escribir poesía, y miraba sus poemas como los mejores nunca antes escritos. Guardaba celosamente aquel con que había ganado el concurso literario “el poema del millón” convocado por la fábrica de galletas Gatiesa, nadie de los poetas que vivían en la ciudad se lo habían ganado, además el premió lo convocaban desde Europa y a él, le habían enviado su premio por correspondencia. Sin duda, era un poeta, un genio poco explorado, pero sobre todo, desperdiciado, tenía la esperanza de cambiar su situación, haciendo creer a sus alumnos, que la historia reclamaría su lugar. Era tan chingón que si quería, podría fundar una nueva vanguardia, total, según él, conocía los defectos de sus rivales, solo le hacía falta un lugar, un espacio donde leer sus poemas, y una vez que fuera escuchado, la gente lo aclamaría porque sabía llegar a lo que la gente y la literatura necesitaba. Tenía a su disposición algunos alumnos que lo seguían y lo alababan. Lo más extraño para Robles era que sus alumnos solo lo seguían incesantemente durante los periodos de clases, y sobre todo, a la entrega de calificaciones.

Dentro de sus delirios de grandeza, se miraba alto (cuando en realidad medía un metro sesenta), atractivo para las mujeres jóvenes (su rostro era moreno, lleno de marcas del acné, usaba lentes de fondo de botella, clásicos en los intelectuales “vale mierda”, el corte de su cabello de clásico nerd mala vibra, y un bigotillo estúupido), se sentía seductor, con una gran voz (nunca se cepillaba los dientes, lo que ocasionaba un mal aliento, y su voz, era la perfecta para leer los horóscopos en cualquier programa radiofónico del corazón). Sin embargo, no lograba que ninguna de sus discípulas aflojara las nalgas, por más que se pasaba de acosador y lambiscón en la escuela.

Hacía tiempo que nadie se proponía echar pata con Clarisa, sólo Rabanito, su esposo era el único valiente, que de vez en cuando, y con urgencia, sostenía relaciones con ella. Clarisa, gustaba de ofrecerse a quién tenía enfrente. Tenía tiempo que no se lo hacía con nadie mas, a ella le gustaba experimentar posiciones y probar con diferentes parejas. Era una ninfómana anorgásmica, nada le satisfacía.

En la academia “Letras Patito” habían programado un recital poético, los volantes que repartieron por las calles aledañas rezaban “con textos del invaluable y carismático poeta-profesor: José Robles”. Clarisa asistió en primera fila, no tenía ni una puta idea de qué se trataba ese evento. Pero estaba aburridísima en casa y además Rabanito regresaría hasta la noche. El auditorio lucía vacío, a no ser por tres amigos del profesor, (que a los tres poemas ya se habían dormido) y de Clarisa, que miraba como las luces se prendían y al centro, Robles leía su primer poema:

Mi dulce amada, no ha querido postrase en mi regazo,
yo estoy herido de muerte, porque el corazón me palpita incesantemente,
yo le digo que es una rosa que se crece bajo mi brazo,
que su imagen entra y sale por mi mente.

Antes de terminar el tercer poema sus amigos aplaudieron y se retiraron, Robles desilusionado bajo. Clarisa lo vio triste y se arrimó.
--Pero que bello escribe usted, permítame felicitarlo.
--Gracias, pero… (si es cierto yo soy un chingón, lo murmuró para sí)
--Permítame agasajarlo como se debe, le invito una copa en su casa, que es mi casa.

Llegaron a la casa y Clarisa lo invitó a subir hacia la recámara. Robles aceptó porque confiaba que por fin dejaría de ser virgen (la mano no contaba como cogida), por fin iba a coger en su vida y eso ilusionaba. Tómame en tus brazos papito, y dime un poema con el que me chorree. Ándale papi. Robles la tomó por los brazos y subió cada escalón sin hacer ruido y la acostó en la cama. Clarisa se quitó la ropa y quedó en un Baby doll. Robles apenas se quitaba los zapatos, cuando la vaca se le abalanzó a romperle la ropa que traía puesta. Se le montó rápido para evitar que su erección se le bajara, después obligó meter su cabeza en la vagina. Cuando terminó llenó todo el cuerpo de su pareja de líquido lubricante. Robles salió aturdido, ciego y con la mano en el pito, se había masturbado porque su cosita, estaba demasiado chiquita para tamaño vaginón. Después miró, colgada sobre la pared, la foto de Rabanito y Clarisa. Es mi esposo contestó ella.

--¿Cómo crees que lo tome cuando se entere?
--No lo sé y no me interesa. Además coges bien rico. Mejor papito deslízame otra vez tu pito.

Clarisa pesaba 180 kilos, tenía cuatro ubres de cinco kilos cada una. Antes de Rabanito, no había tenido suerte en el amor. Su primera vez, la había tenido con un pollo boxeador, se llamaba Claudio. El tenía la fama de haber picoteado a todas las pollitas de la granja donde vivía Clarisa. El día que perdió la virginidad, ella se encontraba pastando, era un día normal, pensaba que los toros a la redonda eran unos bueyes. Semejante señorita y ninguno había puesto sus ojos en ella. Claudio buscaba experimentar cosas nuevas en el sexo. Miró a Clarisa agachada y sin decir pío va, penetró su cabeza. Quedó tan satisfecho del Sexo Vacal, que le pidió a Clarisa ser su esposa.

Por casualidad, ese día, montaban en los alrededores de la granja, un circo. Rabanito era el encargado de recoger la mierda de los elefantes (pinches elefantes retrasados mentales), de darles agua a las jirafas (pinche jirafas pendejas, no pueden tomar agua ellas solas), y lo que mas le disgustaba era peinar, cortar y limar las uñas Leoncio, su jefe, un león bizco, (pinche león petulante).

Clarisa había convenido con Claudio, esperarlo desnuda con la vagina bien abierta, al fondo del corral, para que entrara y la picoteara por dentro. Era de noche y nadie los vería. Ella llegó antes de lo acordado, limpio el lugar y verificó que nada los molestara. Se puso en cuclillas y con la vagina arriba. Rabanito salió a lo más oscuro a orinar. Sintió una caverna y entró por curiosidad. La entrada era pequeña, pero agachado entraría. Las paredes eran blandas y cavernosas. Había viscosidad por doquier. Con tocar las paredes, el interior se contraía, la excitación de Rabanito era total, que se vino. Los espermas crecieron de tamaño descomunal y se montó en uno de ellos. Corrieron rápido hacia las trompas de Falopio como si fuera una carrera de caballos. Las amibas hacían las apuestas. Rabano Veloz, al centro tomaba la delantera. Las amibas estaban tensas, porque contra todo pronóstico, Rabano veloz se llevó la carrera al entrar y sonó una alarma “Alerta, Alerta un intruso ingresó a área restringida”, el cuerpo de Rabanito fue expulsado del óvulo. Una cabeza de pollo lo miraba desde afuera.

--¿Quién eres tu hijo de tu puta madre y que chingados haces allí?
--Puta tu abuela pendejo, yo soy Rabanito y qué te importa puto.
--Sal que te voy a romper el hocico.
--Ni madres, si quieres métete cabrón, haber si eres tan hombrecito.

Claudio entró y le tiró un putazo que lo tiró al suelo. El pollo se hincó y lo tomó de la cabeza para estrellarlo continuamente. Brotó un chingo de sangre, que chaspeó el útero. La cara de Rabanito se desfiguró por completo.

Clarisa por fuera, se estremecía del dolor, muy similar al de los cólicos. Los expulsó de su vagina, ambos salieron disparados. El pollo endiablado, tomó por el cuello a la vaca.

--Qué chingado hacía ese payaso allí adentro.
--Te juro que no sé quién es.
--Yo no me trago eso pinche cabrona.

Golpeó a Clarisa muy fuerte en la cabeza. Desmayó y cayó junto al cuerpo de Rabanito. No dejaba de patearla, golpeaba con tanta fuerza, como queriendo vengarse de lo que le había hecho. Golpeaba el vientre incesantemente, hasta que de pronto, salió de la vagina un feto. Claudio creyó que los había matado y se dio a la fuga. Nadie los había visto. Leoncio, salió de la carpa y miró los cuerpos tirados. Imaginó los policías que vendrían a investigar los casos y desmontó el circo y también se dio a la fuga.

En la mañana siguiente los diarios locales reportaban: “pareja de esposos abortadotes golpeados por la ira de dios”, el semanario. “Riña entre esposos y su feto. El feto se encuentra gravemente muerto” el ocho calumnias. “Matola, Robola y Violola” la Alarma. “Encontrado el feto de Gloria Trevi” Tv Notas. Ellos amanecieron en un cuarto de hospital, y del que salieron, todos vendados al corral-casa de Clarisa, donde vivirían como esposos los siguientes años.


--Clarisa, que chingados hace este pendejo aquí, con la verga bien parada.
--pues ¿qué crees? A que se la mame.
--haber tu hijo de la chingada, te voy a partir tu madre.

Robles, corrió por la recámara y saltó por la ventana. Lo hizo desnudo, no tuvo tiempo siquiera para ponerse las trusas. Cayó a donde estaban los chiqueros, y embarrado de lodo, corrió cogiendo para alejarse de la casa. Estaba asustado pero feliz, según el, había perdido la virginidad para siempre, y sobretodo con una casada, se dijo para si, que las maduras eran para el. Que la poesía lo había llevado a donde estaba, que por fin había conseguido acabar con su virginidad (después de más de 40 años), que ya no se masturbaría solo imaginando, o viendo películas pornográficas, sino que recordaría por siempre, el nombre de su amada, Clarisa. Encontró en la calle una casa para el ocultarse, afuera, en la cerca, robó un pantalón y una camisa del tendedero, y volvió salir corriendo, cuando los moradores miraron a Robles robar su ropa.

Agitado llegó a su cuarto de biblioteca equipado con una cama y una televisión. Allí vivía, después de dar sus clases se refugiaba, escuchaba música, o encendía la computadora para mirar porno. Se masturbó con la imagen que guardó de la vaca en su mente. Yo sé que soy un chingón, se repetía y se decía, tengo que hacer algo grandioso para mi amada Clarisa, no importa que tenga marido, el no la quiere. Lo que tengo que hacer es encontrar un lugar grandioso para leer mis poemas, entonces, el mundo entero se dará cuenta de lo que Clarisa se dio cuenta. Que soy un triunfador, que soy un gran hombre seductor, que soy un ser totalmente sensible, que mis poemas realmente dicen algo, y no como los poetas de Universidad, que solo tienen recursos retóricos pero que no dicen nada.

La idea no lo dejaba en paz, el sabía de ante mano, que tarde o temprano, encontraría ese evento, en el cual, las miradas se dirigirían a el. Un día, después de clases, llegó a la cama y encendió la tele: Claudio Pollo vs Kent Warry, el pollo gringo, la pelea por el orgullo del corral, solo por SKY en pago por evento.

Cuando se repuso de los madrazos que le propinó Rabanito, Leoncio, el león bizco, le remordió la conciencia. Se había propasado injustamente con Rabanito, el sabía que las redes y los artistas que había comprado tenía la etiqueta: made in Taiwán, y que nunca su calidad era confiable, se los vendieron baratos y en paquete, redes y artistas desechables por 150 varos, los había comprado en el mercado TV Azteca, porque se suponía que era mas populacho y clasemediero que Televisa. Además lo necesitaba para organizar la pelea de box, Claudio sin duda, no era persona grata para su payaso, después de dejarlo casi muerto.

Dentro del negocio de Leoncio estaba el tráfico de drogas, además de organizaba peleas clandestinas y sus respectivas apuestas. Cuando Claudio huyó después de la putiza que le propinó a Clarisa y Rabanito, se fue a esconder en el circo. Leoncio había salido de la carpa y miró que su payaso y una vaca estaban totalmente inconciente, sabía que llegaría la policía, que investigarían el caso, el pollo se escondió en el remolque de Leoncio. Cuando el León entró Claudio lo tomó por el cuello y lo amagó con una pluma y le dijo que si quería seguir con vida, haría lo que el le indicaría, sino le clavaría la pluma en la yugular.
--Tranquilo bato, que tampoco a mi me conviene las patrullas o se puede poner feo el asunto. Organizó peleas clandestinas.

Por lo que había visto a fuera, Leoncio miró una mina de oro en Claudio, era una máquina perfecta para moler carne. Si eso había hecho con su payaso, podía hacer pedazos cualquier cosa que le pusieran en frente.

--Te propongo ayudarte y esconderte mientras tú aceptes ser uno de mis luchadores. Recogieron el circo y dejaron los cuerpos tirados. Se marcharon por un tiempo.
Rabanito después de salir del hospital, buscó a Leoncio para continuar con su trabajo, lo encontró a dos pueblos del corral, llevaba consigo su esposa, una Vaca de 180 kilos y ubres de 5 kilos cada una. Leoncio escondió a Claudio y aceptó a Rabanito.

Las primeras peleas de Rabanito demolía prácticamente a sus rivales, quedaban o paralíticos, ciegos, o muertos. Su fama se extendió por los barrios bajos, de la zona. Había sido un boxeador respetado y famoso en otras épocas, antes de la golpiza. Leoncio, para retenerlo, le hizo creer Rabanito y Clarisa habían muerto y que la policía lo estaba buscando, con ello conseguía manipularlo y pagarle menos de lo que debería ganar por cada pelea.
Como ya no aparecía en los carteles que anunciaban peleas, varios creyeron que Claudio había conseguido luchar en el extranjero y qué por eso se encontraba viajando. Otros pensaban que se había retirado, lo que si sabían era sin duda, que cualquier boxeador que tuviera enfrente conseguiría acabar con él.