jueves, enero 05, 2006

Por lo que había visto a fuera, Leoncio miró una mina de oro en Claudio, era una máquina perfecta para moler carne. Si eso había hecho con su payaso, podía hacer pedazos cualquier cosa que le pusieran en frente. Te propongo ayudarte y esconderte mientras tú aceptes ser uno de mis boxeadores. Recogieron el circo y dejaron los cuerpos tirados. Se marcharon por un tiempo.

Rabanito después de salir del hospital, buscó a Leoncio para continuar con su trabajo, lo encontró a dos pueblos del corral, llevaba consigo su esposa, una vaca de 180 kilos y ubres de 5 kilos cada una. Leoncio escondió a Claudio y aceptó a Rabanito.

Las primeras peleas de Claudio demolía prácticamente a sus rivales, quedaban o paralíticos, ciegos o muertos. Su fama se extendió por los barrios bajos, de la zona. Había sido un boxeador respetado y famoso en otras épocas, antes de la golpiza. Leoncio, para retenerlo, le hizo creer Rabanito y Clarisa habían muerto y que la policía lo estaba buscando, con ello conseguía manipularlo y pagarle menos de lo que debería ganar por cada pelea.

Como ya no aparecía en los carteles que anunciaban peleas, varios creyeron que Claudio había conseguido luchar en el extranjero y qué por eso se encontraba viajando. Otros pensaban que se había retirado, lo que si sabían era sin duda, que cualquier boxeador que tuviera enfrente, lo despedazaba.

Leoncio sabía que si lograba que Claudio saliera de la clandestinidad podría conseguir que su luchador fuera rentable, el juego de las apuestas era mayor, y por lo tanto, las ganancias serían de mayor porcentaje. Cuando Claudio se enteró que había sido explotado, reclamó fuerte a Leoncio lo que había hecho, el lo persuadió:

--Olvida a esa vaca, esa pendeja terminó con un pendejo trabajador mío: Rabanito. Déjala, además a ti te ha ido muy bien, mírate, estas forrado de dinero. Y te ha ido bien. Mejor deja que te represente, yo tengo muchos contactos y puedo hacer que los dos seamos los reyes del negocio.

Claudio estaba convencido que Leoncio era su salvador, y su mina de oro mientras siguiera peleando. Por lo pronto le exigió una suma para el grande de dinero:

--Está bien pinche León, pero quiero 10000 diez mil dólares de indemnización como pago de lo que te has llevado por las peleas mías. Claudio tomó al León y lo puso contra la pared. Está bien, lo que tú digas. Lo soltó, esperó a que le diera el dinero y salió del remolque. Pobre pendejo, no sabes la que te espera, lo que te di, solo es una chingadera en comparación a lo que ya tengo y a lo que me vas a dar a ganar, cuando te enfrentes a Kent Warry, el pollo gringo. Jajajajaja. Se carcajeaba el león como un villano de las películas mexicanas de la época de oro.

Fue consiguiendo peleas tras peleas las cuales ganaba en los primero rounds en nocauts directos. Su fama se extendió con las victorias, y sin duda llegaba como el gran favorito en su pelea con el pollo gringo, no había nada que lo detuviera, se convirtió de la noche a la mañana en el héroe del pueblo.

Leoncio fue a buscar a Rabanito. Lo necesitaba para la pelea de Claudio. Sabía que el payaso quería venganza, mató a su hijo (aborto pues) y lo dejó noqueado. Tenía que sacarse la espina. Llegó a su casa y solo estaba Clarisa, llorando y llena de golpes. Ya Clarisa, ya Clarisa, no llores. Ese pendejo se largó de aquí, me golpeó y debe andar por allí emborrachándose. Los dos estaban en la sala, Clarisa se recostó a llorar en sus piernas. Le bajó el cierre y le sacó la verga. Leoncio se dispuso a disfrutar, lo pispireto de sus ojos bailaban, se iba y regresaba. La vaca lo desnudó, se abrió de patas y metió la cabeza del león en su vagina. Sus cuatro ubres estaban al aire libre, lo movía rápido y cuando sentía que se venía, lo sacó y llenó la casa de líquido lubricante y de un óvulo gigante, Leoncio ya entrado, lo penetró y después, lo arrojó por el excusado. Te espero el día de la pelea de Claudio con Warry, en mi remolque. Te prometo hacerte feliz. Salió hacia la taberna, sabía que allí encontraría a Rabanito, cansado de su vaca ninfómana.

Rabanito vengo a proponerte un negocio. El payaso estaba en la barra, lo miró y se río. No cabrón yo ya no trabajo más para tu pinche circo.
--No es para eso, es un negocio que a ambos nos dejará una fortuna. Se trata de aplacar un pinche gallito bravucón, que tiene cuentas pendientes contigo, y ya es tiempo que te cobres.
Leoncio le contó a Rabanito las peleas clandestinas a las que se dedicaba organizar, el dinero que había conseguido. Rabanito lo escuchaba incrédulo, pero atento y emocionado. Acepto sin pensar, debería vigilar que Claudio el día de la pelea, quien debería estar noqueado en el round 5, si no pasaba, él escondido en la parte superior del circo, dispararía contra Claudio, Leoncio apagaría la luz para que pudiera escapar y de esa manera, nadie se enteraría quién es el asesino.

El día esperado había llegado. Robles consiguió lugar en la primera fila, se hizo pasar por empleado de Leoncio. Estaría abajo del ring con sus poemas, hoy la gente se daría cuenta de lo chingón que es, era el poeta que el mundo necesitaba. Era el momento magnífico para sacar a la luz sus poemas. En las peleas preliminares se la pasó repasando una y otra vez sus versos, que no se le olvidaran, que no se equivocara con ninguna coma o punto. Tenía memorizarlos para que nada fallara.

Clarisa se vestía lo más sexy posible para su nuevo camote, Leoncio. Volvería a echar pata, estaba excitada tanto, que mientras se bañaba y preparaba para la pelea, se masturbaba con el cepillo para la espalda, mientras pronunciaba el nombre de Leoncio, Leoncio de mi vida y de mi amor. Claudio representaba ya solo un muy buen recuerdo, esas picadas en el corral, las recordaba y movía más rápido el cepillo, luego recordaba el sexo con rabanito, y más excitaba, las mamadas de Robles y gemía. Cuando invocó a Leoncio, dejó la bañera llena de líquido viscoso. Estaba arreglada y bien calientita una hora antes de lo previsto.
Leoncio y Rabanito visitaban a Claudio en los vestidores:
--¿Qué tal Claudio, cómo te sientes? ¿No sientes que es un buen día para perder en el quinto round una pelea? Rabanito mostraba una escopeta de franco tirador.
--¿Qué te propones pinche León bizco?
--¿Así tratas a los que te han ayudado? Mira Claudio, las apuestas están a tu favor, están cien mil a uno. ¿Sabes quién es el único que está apostando en tu contra?
Claudio lo veía con recelo. Voy a ganar mucho dinero, y quiero que te dejes caer en el quinto round, si no es así desde la parte superior de la carpa, Rabanito, si el mismo que tú mandaste al hospital, te dará un tiro en la cabeza. Tú decides, pierdes y me hacer ganar dinero, o ganas y mueres de un plomazo.
--y yo que gano con eso.
--tu vida pendejo.
Se retiraron, Leoncio fue a su remolque a esperar a Clarisa, y Rabanito a vigilar a Claudio. En él remolque, le ordenó a uno de los French Puddle, que si disparara Rabanito, él apagara la luz, pero después, llamará a la policía para que se encargara del payaso, el perro salvaje llamó diciendo que el circo se cometería un asesinato, que estuvieran vigilando. Leoncio argumentaría que Rabanito mató al pollo boxeador en venganza. Enseguida se retiró y entró Clarisa.
--Hola bombón ya preparadita para chupar este pito.
--si papito ven y haz cosquillas con tu cosita. Porque solo eso puedes hacerme.

El león se abalanzó sobre ella y le rompió la ropa.

Pelearán diez ronds, en esta esquina, desde las tierras de Nevada, con un record de 19 peleas ganadas en nocaut, y ninguna derrota: Kent Warry, el pollo gringo. Y en esta otra, el demoledor, con 112 peleas ganadas por nocaut, orgullo del corral, Claudio, el pollo. La pelea se realizaba sin ningún contratiempo, ambos boxeadores se peleaban entre sí con una garra y una pasión nunca antes vista. Claudio se enfrentaba a un pollo difícil de roer, sus venas se resaltaban, la sangre le hervía. Era una máquina demoledora y no sabía como acabar con su rival.
Desde lo alto, Rabanito vigilaba, pasara lo que pasara, dispararía, tenía que vengarse de lo que le había hecho. Robles se armaba de valor, porque en el quinto round la humanidad se daría cuenta de su chingonería. Se repetía una y otra vez el nombre de su amada Vaca: Clarisa, Clarisa, hoy sabrás lo mucho que te amo. En el remolque. Clarisa después de hacer el amor, le pedía a Leoncio se la llevara consigo.

--Estás pendeja. Esto solo es calentura, tu pinche vaca, solo sirves urgencias, para bajarse la calentura, para el sexo vacal que es muy rico.
--te has aprovechado de una vaca muy entregada y muy sincera.
--A beber orina pinche cuadrúpeda, por eso nadie te quiere, por ninfómana y calenturienta.
Clarisa salió corriendo y llorando, se fue a su casa, sacó una corbata de Rabanito, la amarró al closet y se ahorcó. Colgaba semejante cuerpo, como si fuera solo un monigote.

Era el quinto round, Robles se encontraba cara a cara con el destino. El French Puddle le decía a Claudio que tenía que dejarse caer en este round, que no le jugara el héroe, señaló hacía donde estaba Rabanito, te puedes morir hijo de tu puta madre si no lo haces.

Estamos en el quinto round señoras y señores, decía por la tele el narrador del evento. Suena la campana, nuestros boxeadores están sumamente cansados, los dos ya tienen heridas visibles, Claudio ya sangra del pómulo derecho, y Warry del izquierdo. Claudio ya lo acorraló en la esquina y tira un derechazo, ahora un gancho al hígado, y Warry parece no poder contestar, que zurdazo le ha propinado en el rostro, lo ha llevado a la lona, Warry ha caído, Warry ha caído. El réferi cuenta, uno, dos, tres, cuatro. Se levanta, el réferi le pregunta que si está bien. Parece que Warry está sumamente enojado, y responde con derechazo y con un zurdazo, Claudio solo se cubre. Warry ha conectado tremendo puñetazo en la mandíbula de Claudio. Cae, cae, ya cayó señoras y señores. Uno, dos, tres, cuatro, Claudio se levanta y luce sumamente enojado. Se están dando con todo, señoras y señores, esto es verdaderamente odio, lo que hay en estos muchachos es verdadero fuego en sus cuerpos, y no lo pueden albergar… pero que está pasando, no puede ser, un espontáneo se ha subido al ring y ha tomado el micrófono y parece que va a decir algo:

Esto es para mi amada Clarisa, quién seguramente está viendo está pelea desde su televisión. También para que la gente se dé cuenta de lo chingosísimo que soy, voy a leer uno de los más grandes poemas nunca antes escritos y yo soy su autor:

Mi dulce amada, no ha querido postrase en mi regazo,
yo estoy herido de muerte, porque el corazón me palpita incesantemente,
yo le digo que es una rosa que se crece bajo mi brazo,
que su imagen entra y sale por mi mente.

El público no daba crédito a lo que estaba viendo, Claudio y Warry se miraban a sombrados. Robles sintió las miradas sobre él, todos lo estaban escuchando, sin duda era el evento que estaba buscando, esperaba un grandísimo aplauso, como muestra que realmente había conmocionado al público. Cuando terminó de leer, había un silencio prolongado. Los asistentes se miraban entre sí como preguntándose que demonios estaba pasando. Como, después hubo una gran carcajada por parte del público como respuesta, y Robles lanzó un chascarrillo intelectual, algo discreto y suave. Pensaba que lo había conseguido. Al momento el público calló y sacaron sus pistolas y entre todos acribillaron a Robles, quién quedó tirado como todo un héroe literario que había ofrendado su vida a la poesía, y ella nunca le correspondió con nada. Así era moría en esa noche, un elemento de una vanguardia que nunca existió pero que sin duda dejaría una influencia permanente en las generaciones futuras.

La balacera se armó en grande, las balas salían de todos lados, a ninguno de los asistentes les había parecido el chistecito del poeta espontáneo, había demasiado dólares en juego, y Claudio se perfilaba a la victoria. El French Puddle apagó las luces y aquello fue un alboroto.

Las luces se encendieron y la policía ya había llegado. Rabanito se había confundido entre los espectadores, el rifle lo tiró en el suelo del circo, nunca hizo ningún disparo. Claudio, estaba herido de una pierna, y Warry tenía un tiro en la cabeza. La policía arrestaba a Leoncio, lo habían encontrado escondido en el culo de los elefantes. Llévense a este León de mi vista, y traigan el cadáver del otro boxeador, hoy cenaremos taquitos dorados de pollo.

La policía se fue y Claudio quedó tirado, ya no había nadie, solo él y Rabanito. Ahora sí me la vas a pagar pendejo. Rabanito sacó una pistola y le disparó en la otra pierna, brotó demasiada sangre, el pollo lanzó un grito de dolor, después disparó en sus manos, ahora serás una gallina para toda tu vida pinche pollo pendejo. Dio el último disparo en la cabeza.

A la mañana siguiente ya tenía una nueva vida, tenía 180 kilos de carne, cuatro ubres de cinco kilos y dos kilos de pollo con lo que comenzó un negocio de tacos. Que a la postré lo convertirían en uno de los millonarios más excéntricos de país, característico por su sazón exquisita, su maquillaje de payaso, así como su lenguaje florido al atender a los clientes.

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