éramos los poetas del barrio
los que siempre
traían entre sus manos un poco de licor
en alguna botella escondida
los que fumábamos marihuana de vez en cuando
en el cuando
cuando solíamos recitar y nos enamorábamos
de los cosas más intrascendentes:
devoramos libros
nos tatuamos
en cada esquina de nuestros cuerpos
¿donde quedaron tus brazos, y tus labios?
ya no somos, ya no seremos los borrachos grotescos
los amantes olvidados de la esquina
¿donde están las profundamente estúpidas pláticas
en el patio de la escuela?
y lo digo así
porque inventamos trescientos días en apenas unas cuantas horas
contenidas en nuestros cuerpos que recogíamos con nuestras lenguas
una a una como si fueran monedas o pequeñas migas
que recoge el mendigo
entonces
hablábamos de la lluvia efímera
para que los arroyos no dolieran
cuando se formaban en la cicatrices
y el abrir la flor
era abrir las alas
sin nombrar al insecto
que mirábamos
chupar de la corola
***
tú sabes a que me refiero
con tatuarme un insecto
de esas características
en específico
espero con las lluvias
los charcos más profundos
volaré sin buscarte
algo dentro
dice
que un niño
conservó la libélula
en un hilo
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